Cuando suben los precios, la despensa es el primer lugar donde se siente. La clave es diseñar un sistema de compras y cocina que absorba aumentos sin sacrificar nutrición ni romper el presupuesto. Con sustituciones inteligentes, calendario de temporada y control de desperdicio, tu canasta rinde más.
Temporada es ahorro. Frutas y verduras de temporada suelen costar menos y saben mejor. Planifica el menú semanal alrededor de lo que está barato esa quincena. Si el jitomate sube, cambia a salsas con tomate verde; si la carne roja se dispara, usa pollo, huevo o leguminosas como fuente principal de proteína.
Mayoreo con estrategia. Compra básicos no perecederos (arroz, frijol, lenteja, pasta, aceite) en bodega o mayoreo comparando precio por kilo/litro. Evita llevarte tamaños gigantes que no caben o se echan a perder. Si el precio por unidad no conviene, busca marcas alternativas de buena calidad.
Menú maestro de 10 platillos. Tener un repertorio de recetas económicas te rescata cuando sube un ingrediente. Ejemplos: sopa de lenteja, arroz a la mexicana, pollo con verduras, chilaquiles, nopales con frijoles, atún con elote y mayonesa, tortitas de papa, calabacitas con queso, pasta con salsa casera y huevos a la cazuela. Rotando opciones balanceas costo y nutrición.
Batch cooking y porciones. Cocina doble porción 2 veces por semana y guarda para el día de prisa. Porciona en recipientes: la vista engaña y se sirve de más. Congela caldos y salsas; te ahorran tiempo y antojos de comida a domicilio.
Desperdicio cero. Elabora un “plato de rescate” los viernes: todo lo que queda (verduras, arroz, pollo) se transforma en frittata, arroz frito o tortitas. Usa cáscaras y huesos para caldos. Etiqueta fechas y usa la regla “primero en entrar, primero en salir”. Tirar comida es tirar dinero.
Pan, lácteos y huevos. Compara panadería de barrio versus supermercado; muchas veces pan del día sale mejor precio. En lácteos, cuida porciones y evita duplicar (leche + yogurt + queso en la misma comida). El huevo sigue siendo un campeón calidad-precio; combínalo con vegetales para volumen.
Bebidas y antojos. Agua simple como base. Prepara agua de sabor ligera con poca azúcar. Reduce refresco a momentos puntuales. Para café, compra en grano o molido por kilo si consumes diario, y evita cápsulas costosas salvo ocasiones.
Lista inteligente y tope. Haz la lista a partir del menú, no al revés. Fija tope de gasto por quincena y lleva calculadora o app. Si una categoría se pasa, ajusta otra. Ir con hambre eleva el ticket; come antes de comprar.
Mercado + súper. Compra verduras y frutas en mercados (mejor precio y frescura) y completos de higiene/limpieza en supermercado o mayoreo. Lleva bolsas reutilizables para evitar comprar bolsas extra. Pregunta por “mermas” o frutas para licuado a menor precio.
Comparadores y apps. Revisa folletos digitales, promociones de banco y días de descuento. Si hay MSI verdaderos en compras grandes de despensa no perecedera y tu flujo lo soporta, puede convenir; paga a tiempo para evitar intereses.
Metas de despensa. Define dos metas: bajar el ticket promedio 10% en 8 semanas y reducir desperdicio a menos de 5%. Mide semanalmente. Pequeñas mejoras constantes hacen una gran diferencia anual.
Conclusión. La inflación se combate con sistema, no con ansiedad. Menú por temporada, compras con lista y control de porciones son tu escudo. Empieza este fin de semana: arma tu menú maestro, revisa precios y etiqueta tu refri. Tu despensa y tu bolsillo lo sentirán de inmediato.